Dos fotografías de Olaya Barr – La sombra del cuerpo de mujer

De hecho, Olaya Barr aquí no aparece más que como sombra que se proyecta sobre algo o alguien. Más bien parece tratarse de la relación de su cuerpo en distintos contextos.

[Cultura – Fotografía]

 

Las fotografías suscitan todo tipo de reacciones en quien las observa. Naturalmente, es la foto en sí la que ofrece las posibilidades: belleza de formas, narrativas, identidades, comentarios sociales o psicológicos de mayor o menor enjundia, y un sinfín de combinaciones de éstas y más.

El caso del que me ocupo aquí es de dos fotografías de Olaya Barr* y uno de los posibles diálogos que mantienen entre sí. Las dos ilustran de manera particularmente inteligente algunas de sus ideas sobre el cuerpo de una mujer, el suyo concretamente.

La primera, en la que observamos su sombra con una zanahoria en el suelo, apuntando hacia abajo por la perspectiva de la cámara y entre sus piernas, viene de su entrada en diálogo con otra que yo misma hice en un café de Brooklyn y que aquí adjunto.

La mía fue espontánea y curiosa. Me parecía que quienquiera que hubiera instalado y diseñado ese ‘bodegón’ (no se me ocurre otra palabra) pretendía a la vez ser osado, provocativo y divertir a quien lo observase.

Dada la profusión de penes pintados por todas partes sin una intención más clara que la de establecer su presencia masculina por excelencia, el pseudo-pene-zanahoria del café con su capuchoncito verde y la compañía de los limones y un cuchillo ofrecía algo menos vulgar, algo que podía combinar la ironía y el humor.

La estética escogida llevaba una narrativa erótico-risueña en la que se daba por sentado lo efímero del conjunto y sus elementos. Mi foto lo paraliza todo en el tiempo pero sabemos todos que la zanahoria acabará en ensalada o en un zumo, que los limones servirán para dar sabor a esto o a aquello y que el cuchillo funcionará para lo que está hecho.

 

La zanahoria como símbolo del pene

La fuerza de la primera foto de Olaya Barr es exponencialmente mayor en cuanto a narrativa y reflexión. La zanahoria como símbolo del pene, indiscutiblemente reconocible como tal en esta instantánea, aparece como si perteneciera a la sombra de las piernas, pero no: la zanahoria es un objeto tangible, está ahí, en el suelo, mientras que la sombra es una proyección del cuerpo mismo, no el cuerpo.

En cualquier momento la sombra cambiará de lugar o desaparecerá, mientras la zanahoria carece de movilidad propia. No nos queda ninguna duda de que la autora nos está forzando a pensar en la relación que pueda existir entre el cuerpo de una mujer y un pene simbólico materializado en una zanahoria.

Me atrevo a proponer que Barr pone en seria duda el aserto freudiano sobre la envidia del pene que supuestamente tenemos las mujeres.

Su imagen convierte el símbolo del pene en algo ridículo, desdeñable como símbolo (caído en el suelo y boca abajo) y definitivamente ajeno al cuerpo de la mujer.

Un pene o un símbolo de un pene desgajado de un cuerpo al que pueda pertenecer lo deshumaniza automáticamente para querer significar otra cosa, algo evidentemente asociado a la masculinidad pero bien de una manera abstracta y compleja, bien como la ocurrencia de algún necio con ganas de afirmar en público que el pene manda.

Barr establece una relación compleja que nos hace pensar o, por lo menos, darle un par de vueltas a los símbolos fálicos y a nuestra (de las mujeres) relación con ellos.

 

La sombra proyectada

Las fotografías de Olaya Barr - Dos imágenes

La segunda foto de Olaya Barr con el cuerpo de su hijo entre las sombras de sus piernas, vuelve al tema de lo concreto (el niño y particularmente destacada su cabeza) y la sombra del cuerpo de la fotógrafa.

Sin haber visto la primera foto (la de la zanahoria) podríamos pensar que se trata de una manera curiosa de reflejar la maternidad: el niño retratado como si estuviera emergiendo o incluso dentro del cuerpo de su madre. Claro está, es una imposibilidad física pero no metafóricamente hablando.

El cuerpo del niño es independiente del de la madre pero ella proyecta su sombra sobre él. La relación aquí no puede estar más lejos de la del cuerpo de mujer con la zanahoria.

Hubo un tiempo en el que verdaderamente el cuerpo del niño estuvo dentro del de la madre y formó parte de su cuerpo de mujer, mientras que la zanahoria-pene jamás llegó a ser parte de su cuerpo ni jamás se convirtió en signo de identidad.

Vistas las fotos como un díptico, parecen sugerirnos algo que estos días se convierte en causa de todo tipo de conflictos con las personas transgénero: la mujer nacida mujer, con el cromosoma XX, no se define exclusivamente por su apariencia corporal.

De hecho, Olaya Barr aquí no aparece más que como sombra que se proyecta sobre algo o alguien. Más bien parece tratarse de la relación de su cuerpo en distintos contextos, uno tenido por definitorio del varón (el pene) y el otro por indiscutiblemente definitorio de una capacidad eminentemente de la mujer (quedarse embarazada y dar a luz a otro ser humano).

Puede que no sea así, que la fotógrafa esté jugando con todo tipo de preconcepciones y nos deje lucubrar lo que nos plazca a quienes observamos.

Y, sin embargo, el hecho de que ella aparezca solo como sombra (no podemos identificarla) le da al objeto tirado en el suelo—la zanahoria-pene—y a la cabeza del niño una presencia total, casi palpable.

Mientras que la primera foto nos habla de una distancia y un desinterés obvio, la segunda recuerda y confirma una proximidad incomparable con ninguna otra.

No sé qué pensarán ustedes. A mí me hace la impresión de que estas instantáneas responden y reaccionan de manera contundente ante la envidia del pene de las mujeres que Freud estableció: va a ser que no.

 

 

©  María Donapetry
Doctora en Filología Inglesa
Especializada en lengua, literatura y cine
Facebook de María Donapetry
mdonapetry@yahoo.com

Origen de las imágenes:
© Olaya Barr
© Maria Donapetry

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* Olaya Barr es traductora, fotógrafa y escritora y vive en Nueva York. Recibió la Beca De Alba por su excelencia en escritura de ficción como estudiante de maestría en Bellas Artes en la Universidad de Columbia y actualmente enseña inglés en una escuela secundaria bilingüe en Hudson Valley.
Como educadora, entrelaza la sociología y las artes visuales en sus clases de literatura y alfabetización. Le gusta escribir sobre comida, biculturalismo y las múltiples identidades dentro de la cultura hispana.
Es becaria del Fund for Teachers y ha pasado el verano de 2024 investigando la programación juvenil de fotografía en el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo en Oaxaca, México.

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