Estrés y salud intestinal – Cómo romper el círculo vicioso
Cuando vivimos bajo estrés continuo, el cuerpo entra en modo de alerta, activando de forma sostenida el sistema nervioso simpático. Este estado puede alterar nuestra salud intestinal.
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¿Alguna vez te ha pasado que, en épocas de estrés, tu sistema digestivo se altera? Ya sea que sientas que el estómago “se te cierra” o, por el contrario, que parece que tus intestinos trabajan más que nunca.
Esta reacción es mucho más que una percepción: el eje intestino-cerebro actúa aquí, en el vínculo entre nuestras emociones y nuestra salud digestiva. Es un vínculo profundo que inconscientemente muchas veces ignoramos.
Nuestro intestino responde a cómo vivimos, sentimos y gestionamos el día a día. Y cuando esa conexión se desequilibra, comienza un ciclo difícil de romper.
El intestino y el cerebro, un diálogo constante
El intestino es popularmente conocido como el ‘segundo cerebro’. Esto es debido a que dentro de sus paredes contiene el sistema nervioso entérico, una red de neuronas propias que regulan funciones digestivas y que se comunica con el sistema nervioso central a través del nervio vago. Así pues, intestino y cerebro están en constante diálogo.
Uno de los actores clave de este diálogo es la serotonina. La serotonina es un neurotransmisor al que se le conoce como ‘hormona de la felicidad’.
El intestino produce aproximadamente el 90% de la serotonina del cuerpo humano en las células enteroendocrinas, gracias al trabajo de la microbiota, que son las bacterias que habitan en nuestro tracto digestivo.
Aunque esta serotonina no cruza la barrera hematoencefálica -y por lo tanto no actúa directamente en el cerebro-, sí que puede influir directamente en nuestro estado de ánimo.
La microbiota y las señales nerviosas y hormonales pueden modular cómo el cerebro produce y usa serotonina, por lo que cuidar de nuestro intestino tiene un efecto directo en nuestra salud mental y emocional.
¿Cómo afecta el estrés?
Cuando vivimos bajo estrés continuo, el cuerpo entra en modo de alerta, activando de forma sostenida el sistema nervioso simpático.
Este estado puede alterar la función digestiva, provocando inflamación, reducción de la producción de enzimas digestivas y desequilibrio de la flora intestinal.
Estos síntomas pueden generar malestar, además de repercutir en nuestro estado de ánimo y nivel de energía, por la conexión intestino-cerebro que hemos visto.
Existen pues algunos síntomas digestivos que no siempre relacionamos con el estrés, pero que pueden estar avisándonos de que estamos sometidos continuamente a él:
> Hinchazón abdominal
> Digestiones pesadas o lentas
> Cambios en el tránsito intestinal (estreñimiento o diarrea)
> Gases frecuentes
> Ansiedad, fatiga persistente o insomnio
Estos síntomas a menudo se tratan de forma aislada, sin considerar su raíz emocional o nerviosa, impidiendo ver el organismo como un conjunto donde todo está conectado.

Claves para romper el círculo vicioso
Existen diferentes acciones que puedes realizar para recuperar el equilibrio intestinal y aliviar los efectos del estrés en tu cuerpo:
Alimentación antiinflamatoria:
Reducir azúcares y procesados, y aumentar el consumo de alimentos con ácidos grasos omega-3 (como pescado azul, semillas de chía o nueces), frutas y verduras ricas en antioxidantes, y fibra para nutrir la microbiota intestinal.
Probióticos, prebióticos y postbióticos:
Presentes en alimentos como el kéfir, la cebolla o la patata, o en forma de suplementos. Es importante tener en cuenta que no todos los bióticos funcionan igual para todas las personas, por lo que es conveniente consultar con un profesional para elegir la cepa y duración adecuada según cada caso.
Plantas adaptógenas:
Como la Ashwagandha o la Rhodiola, ayudan al cuerpo a adaptarse mejor al estrés físico y emocional, regulando la respuesta del sistema nervioso y disminuyendo el impacto negativo del cortisol (conocido como hormona del estrés). Como con los bióticos, su uso debería ser personalizado y supervisado por un profesional.
Regulación emocional diaria:
El estrés no se elimina de golpe, pero puede modularse con pequeñas acciones diarias que envían señales de calma al sistema nervioso.
Prácticas como la respiración consciente, los paseos al aire libre, el contacto con la naturaleza o la meditación guiada tienen un impacto real en la salud digestiva. Incorporarlas de forma regular ayuda a regular la inflamación sistémica, mejorar el sueño y recuperar la energía vital.
Evitar la automedicación:
Es frecuente que, frente a síntomas como hinchazón, dolor abdominal o estreñimiento, recurramos a medicamentos de uso común sin entender la causa de fondo.
El uso repetido e indiscriminado de ciertos fármacos puede enmascarar un problema crónico o incluso empeorar la salud intestinal (por ejemplo, los laxantes o antiácidos usados sin control).
Tratar el síntoma sin abordar el origen —que en muchos casos es el estrés crónico— ni considerar un enfoque integral puede perpetuar el malestar.
Como has podido ver, la salud intestinal y emocional están profundamente entrelazadas. Escuchar a nuestro cuerpo, nutrirlo con consciencia y atender nuestras emociones es una forma poderosa de cuidar nuestra salud de manera global.
Y recuerda, pequeños cambios diarios pueden tener un gran impacto en nuestra calidad de vida.
Diana Batlle
Farmacéutica & Health coach.
Creadora de Dala Health Coaching
www.dalahealthcoaching.com
@dala_health_coaching
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