Diarios de viaje – Lima – Barrio de Barranco

Hogar de poetas y trovadores

[Viajes]
 

Envuelto en la neblinosa mañana limeña, Barranco (Lima, Perú) muestra a los transeúntes su aspecto bohemio y rústico. Sus empedradas e irregulares callecitas bordean el rugoso relieve costero que le da nombre y la húmeda vegetación brilla bajo los tímidos rayos de sol que apenas osan atravesar la densa capa de nubes omnipresentes. El ambiente es melancólico, romántico, como tanto otros parajes sumidos en desniveles frondosos y umbríos recodos.


Fotografías ©2018 Marisa Ferrer P.

Medio dormida por el cambio horario, acierto sin embargo a distinguir este matiz entre triste y nostálgico que invade mi espíritu, ávido por embeberse de la paz que respiran sus balcones de madera o sus, en apariencia, inestables construcciones. Tramos de escaleras conviven con las pedregosas calles para guiar el visitante por sus vericuetos apacibles entre mil flores, graffitis decorando muros escondidos y herrumbrosas rejas.

Llegados al Puente de los Suspiros, no sorprende en absoluto el nombre aplicado a ese camino crujiente que soporta el paso vacilante de los curiosos sobre el otrora torrente de aguas temblorosas. Desde un muro vecino, la obra de un artista callejero muestra la imposible mirada de un rostro separado de su cráneo, subrayadas ambas figuras por unas palabras reveladoras:

«Mi primer amor tenía apenas doce años y las uñas negras». Así supe de Martín Adán, a cuya obra ‘La casa de cartón’ pertenece la frase.


Fotografía ©2018 Marisa Ferrer P.

Reflexionando aun sobre lo que acababa de leer, mis ojos se desviaron hacia aquella joven acurrucada en un lado de la calle, concentrada en sus tenazas con las que daba forma al alambre de alpaca que iba convirtiéndose en una trabajada joya a medida que el gesto firme de su mano lo convertía en un entramado de espirales y ondulaciones, engarce de las piedras semipreciosas que les daban el toque de color. Fluida y espontánea surge la conversación sin abandonar ella en ningún momento el trabajo en apariencia sencillo, mientras habla de su hija y de su deseo de regresar a su tierra después de una larga temporada de ausencia.

Fotografías ©2018 Marisa Ferrer P.

No es la única que ha abandonado el lugar que la vio nacer para aventurar por otros lares. Dos jóvenes y entusiastas muchachos recorren la calle con una sonrisa en el rostro y una bandeja de bocadillos en las manos, pretendiendo atraer nuestra atención proclamando las bondades de su apetitosa mercancía. Una palabra suelta nos hace caer en cuenta de su procedencia, nuestro mismo país, y nos enteramos de su proyecto de seguir viajando por el resto del continente manteniéndose con el fruto de su imaginación para buscarse la vida. La irrupción de clientes potenciales interrumpe la charla y se disuelve la tertulia con el mutuo deseo de buena suerte.

Fotografías ©2018 Marisa Ferrer P.

En lento ascenso, entretenido con la observación de los floridos porches o la antigua y resistente madera, llegamos al pozo, testigo de encuentros amorosos cuya huella queda patente por los candados colocados en su brocal siguiendo una moda iniciada quién sabe dónde. Un par de músicos, quizá improvisados, obsequia a una joven solitaria cuya perdida mirada puede significar tantas cosas como permite la sensación que transmite a cada quien que contempla la escena, con la que damos por acabado el paseo matutino para desandar lo andado, contemplar de nuevo lo ya visto pero desde otra perspectiva y dirigirnos a un nuevo rincón.


Fotografía ©2018 Marisa Ferrer P.

Sentados en la acogedora terraza de uno de sus bares, reciente el impacto de la frase del mural, me intereso por el autor del libro y resulta ser de los más importantes poetas peruanos, considerado por algunos como precedente del después conocido como boom de la literatura latinoamericana. Descubro que ‘La casa de cartón’ fue una obra precoz, escrita por Adán a los dieciséis años, a poco de haberse trasladado su familia a Barranco desde el centro de la ciudad. Una obra vanguardista, un documento sobre la vida social, cultural y política de la época, escrita con un juvenil sentido crítico.


Fotografías ©2018 Marisa Ferrer P.

El tiempo ha pasado ligero. La charla se desliza suavemente como el sol hacia el ocaso hasta que sale a colación un nombre: Chabuca Granda. La cantautora que revolucionó la métrica del vals peruano resulta haber sido otro residente ilustre del barrio.

El tarareo surge espontáneo:

Déjame que te cuente limeño, / Déjame que te diga la gloria / Del ensueño que evoca la memoria / Del viejo puente, del río y la Alameda…
La noche avanza y debemos regresar. Al pasar de nuevo por el puente, alguien canturrea, como despedida:
Puentecito escondido / entre follajes y entre añoranzas / puentecito tendido / sobre la herida de una quebrada…

 

marisa-paseo-sombrero-abril-2018

 

 

 

 

 

 

Marisa Ferrer P.

 

 

 

 

 

 

1 – 17-05-2018