Rafel Torrella – En torno a 1900. Tres visiones


Por Marina Torné, periodista

 

El día 3 de julio asistí, en la Fundación Foto Colectania, al visionado de «En torno a 1900. Tres visiones», en la última sesión de esta temporada de «El Proyector: Tercer Ciclo de foto-proyecciones»

El autor del trabajo, Rafel Torrella, me cita pronto. Nueve de la mañana en el Arxiu Fotogràfic de Barcelona. Me dice que él comienza su jornada a las ocho. Los amantes del «oro negro», pueden hacer una parada en el Museu de la Xocolata, con el que comparten edificio, antes de visitar el Arxiu. Me sobra un poquito de tiempo y me dedico a fotografiar el maravilloso edificio que les acoge: el convento de Sant Agustí, en la plaza Pons i Clerch, en el corazón del Born, y que emana, como no, aromas tentadores que me recuerdan dolorosamente que todavía no he desayunado.

Rafel Torrella, me recibe en el segundo piso de la emblemática construcción y me conduce hasta su laboratorio, a través de un larguísimo pasillo. Un primer vistazo. Una sala diáfana, perfectamente ordenada, algunas fotografías antiguas a la vista, lupas, recipientes de colores chillones en un fregadero, un mueble con diversos tipos de papeles, una cámara digital, algo que me recuerda a un microscopio, archivadores, y decenas de pequeños objetos cuya finalidad desconozco. Laboratorio estilo «CSI».

 

P. «En torno a 1900. Tres visiones»: proyección de fotografías acompañadas de música…

R. Sí, la exposición se hará el año que viene aunque es posible que no se incluyan exactamente las mismas piezas. La cantidad exacta aún está por determinar. La proyección de Colectània suponía un visionado de cuarenta minutos con fotografías que cambiaban cada cinco segundos. Esto quiere decir mucho material y una contemplación muy limitada en el tiempo, cosa que no ocurre en una exposición convencional ya que el proceso de observación es mucho más rico.

P. Cómo nace la idea de «En torno a 1900»?

R. Este fondo hacía muchos años que estaba «olvidado» en el depósito. Comencé a limpiar las placas, documentar las fotografías, guardar los positivos en condiciones de conservación adecuadas y, sobre todo, a partir de la documentación del material, pude observar que era muy rico, documentalmente hablando. En Foto Colectania me propusieron elaborar algún trabajo para la sala. Pensé que era una buena oportunidad para una primera aproximación y testar si al público le interesaba o no. A mí sí que me interesaba pero hay que contar con la gente también. Yo vivo en la zona de Vallcarca y ver todas aquellas fotografías de un barrio que normalmente recorro en bicicleta me hacia mucha ilusión.

P. Barcelona, finales siglo XIX, principios siglo XX. Gente que había abandonado el campo para ocupar las ciudades en busca de una vida mejor, en la tercera parte de la proyección retornan, en su tiempo de ocio, a la naturaleza.

R. Fenómeno curioso. Vuelven hacia la montaña, a las antiguas ermitas, organizan procesiones y montan unos «saraos» considerables. Hoy en día se continúan haciendo «aplecs». Cuando buscaba información de estas congregaciones a través de internet me encontré con «aplecs» que siguen funcionando en numerosas poblaciones cercanas a Barcelona. Esto me sorprendió porque denota un tipo de comportamiento social que, a pesar de que hoy en día se continúan haciendo, ha perdido parte del romanticismo que tenía entonces. Pensemos que en aquella época se trataba de una sociedad fundamentalmente industrializada, donde la gente no trabajaba ocho horas, si no prácticamente veinticuatro. Que en sus ratos de ocio volvieran a reencontrarse con la naturaleza, volver a las ermitas y a agruparse en torno a fuentes y «aplecs» era algo que, visto en imágenes, aportaba mucha riqueza informativa. En dos sentidos: tanto en maneras de hacer como en maneras de ser porque allá se mezclaban personajes acomodados que iban a caballo con gente sencilla que hacia las romerías a pie.

P. En la primera parte de la proyección vemos naturaleza, en la segunda ya atisbamos casas, en la tercera aparecen personas que nos «cuentan sus vidas»…

R. En la primera parte, la que incluye únicamente espacios naturales, yo hice una lectura artística. La voluntad del fotógrafo era dejarse impresionar por el entorno natural e intentar traspasar esa impresión a través de la manipulación que le permitía el laboratorio, plasmar en distintos tipos de papeles, texturas y colores, sensaciones que el fotógrafo pudo tener.

En la segunda parte sí que son tipos de fotografías más neutras, más de registro: fotografías del lugar junto con la construcción que había allí: por ejemplo, la calle con la «masía».

La tercera parte constituye la inclusión del elemento humano dentro de este escenario pictórico, no tanto con una voluntad artística si no más bien con voluntad sociológica. Elabora un registro metódico de todas las cosas que están sucediendo: «aquí está pasando esto y toda esta gente es la protagonista».

P. Una especie de foto-periodismo.

R. Sí. Pensemos que el fotógrafo de esta tercera parte, que éste sí que está documentado, Frederic Bordas, era miembro del CEC (Centro Excursionista de Catalunya) y si mal no recuerdo, uno de los dirigentes de la sección de fotografía. Persona acostumbrada a ir de aquí para allá con la cámara, a captar paisajes y cualquier evento de una forma bastante sistemática. Este tipo de procedimiento «científico» que tenían los excursionistas se nota también en la forma de fotografiar todas estas actividades humanas. Intentar captar de forma objetiva aquello que está pasando ante sus propios ojos.

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P. La conservación de este material supongo que ha sido larga y complicada.

R. Larga sobre todo. Estamos hablando de más de seis mil documentos entre positivos y negativos y que llegó en un estado de conservación complicado, básicamente a nivel de suciedad, aunque, por fortuna, todos los negativos eran placas de vidrio. El vidrio puede tener algún problema de descomposición del material pero sólo en casos excepcionales. Se han limpiado las placas con un algodón y una mezcla de alcohol y de agua. La limpieza de las emulsiones con un pincel y un aspirador para pasar a proteger las placas con unas fundas de papel y después guardarlas verticalmente en unas cajas para conservarlas finalmente en un depósito climatizado. Los positivos al ser de papel, son más frágiles. La limpieza se ha hecho en seco. Luego se guarda en una funda de papel y después se coloca una funda de poliéster que permite ver el material sin necesidad de tocarlo, y nuevamente todo guardado en cajas de conservación. Fue curioso que en un principio llegaron agrupados temáticamente en carpetas: «bosques y arboles», «calles», «casas», «iglesias», sin casi ningún tipo de información complementaria y, a menudo, errónea, cosa que es una lástima.

P. Incluir música a lo largo de la proyección nos añadió una mirada más a la del fotógrafo…

R. La música de aquella época nos mostraba también cómo era la gente, cómo era la sociedad, puede que la culta, la que asistía a los conciertos. Estamos en un momento en que la música deja de ser descriptiva para ser más impresionista, música más de pequeños detalles y quizás el hecho de buscar melodías que eran coetáneas a las imágenes ayudaba a que estas imágenes se percibieran de determinada manera. Música que pretendía despertar pequeñas impresiones en el espectador ayudado por la proyección de fotografías. La única licencia fue quizás la última pieza, la que suena cuando la gente sube a la montaña: «Rhapsody in Blue» de Gershwin, composición un poco más tardía pero a la que no quisimos renunciar por que daba mucha vitalidad, un cambio significativo entre la música anterior. Una opción que quiero agradecer a mi hijo, responsable también de todo el montaje musical.

P. «Rapsody in Blue», la gente, la alegría de vivir…

R. Y el retorno a la naturaleza.

P. Hay muchas donaciones de fotografías?

R. Sí. La gente a menudo, no sabe que hacer con ellas. A veces se trata de generaciones que ya nadie recuerda, que ni se sabe la identidad de los personajes. Mejor traerlas aquí que tirarlas o venderlas en los mercadillos.

P. La datación debe ser muy importante.

R. Es fundamental. Cuando no hay fecha es necesario buscar distintos elementos de la fotografía para tener una idea de la época en la que fue tomada. En general la búsqueda puede ser laboriosa y, a veces, poco fructífera.

P. Cuando se da por perdida una fotografía?

R. Hoy en día es difícil porque a partir del «photoshop» se puede recuperar una gran parte del material deteriorado a través de la digitalización y la opción de «ampliar contraste». El problema principal ahora mismo lo constituye el derecho a la imagen, y los derechos de las personas representadas en esta imagen, que hace que no se pueda utilizar determinado material. Una pena la cuestión legalista que imposibilita o limita drásticamente el uso de numeroso material.

P. Con los nuevos soportes tecnológicos, su trabajo dejará de existir dentro de algunas generaciones?

R. Recuperar información y ponerla al alcance del público, esto permanecerá sin duda. Lo que sí cambiará será la metodología. Ahora se necesitan determinados conocimientos de cómo se hacía físicamente la fotografía, qué líquidos se utilizaban, qué papeles… en el futuro hará falta alguien que sepa cómo funcionaban informáticamente las máquinas y cuales eran los lenguajes de ceros y unos, que hacían realidad una fotografía. A pesar de que todo continua teniendo una imagen, este mundo ha cambiado muchísimo: el tipo de soporte, la realización de la fotografía, la plasmación final hoy es absolutamente distinto a lo que era, a lo que se conocía antiguamente como «fotografía». Es «otra historia».

Rafel me cuenta que en el laboratorio, junto con su equipo, planchan y remiendan viejas fotografías, por decirlo de alguna manera: agua, alcohol, acetona, jabón, gomas de borrar, cutters, cartones, papeles para guardar las fotografías… ordenador para el «photoshop» -le recuerdo, «y para buscar información sobre las fotografías» -puntualiza Torrella.

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De vuelta al vestíbulo, con mi pequeña cámara de bolsillo, imposible para interiores poco iluminados y para captar el movimiento, me ruborizo. A lo largo del pasillo interminable, mientras Rafel me guía hacia la salida contemplo, vencida, algunas de las fotografías que han constituido piezas de exposiciones anteriores. Allí hay algo más que una instantánea. Sin embargo, ante tanta maravilla, no puedo dejar de pensar en la pequeña foto que he me ha mostrado Rafel en su laboratorio: se trata de Margarida Xirgu, una mujer rotunda y especial que mira a la cámara con intención. Sólo muestra un tobillo desnudo y parte de los brazos. El muslo que se insinúa lo dice todo. Margarida Xirgu me mira y yo la veo. Le pido permiso y me lo da. Un instante de la actriz tan delicioso como el chocolate que se degusta sólo unos pasos más allá… ambos, Xirgu i el chocolate… eternos.

 



 

 

 

marina.torne@gmail.com
Barcelona, 11-07-2012  

Todas las fotografías: ©2012  Marina Torné