Diarios de viaje – Zamora (España) – La ciudad del románico y ‘el motín de...
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Peculiar nombre con el que se recuerda un hecho sangriento acaecido en la Zamora del siglo XII, la edad de oro de la ciudad, cuando se reafirmó su estructura urbana y se levantaron notables construcciones gracias a las cuales es conocida como la ciudad del románico, pues alberga la mayor concentración de templos románicos de Europa.
Cuentan las crónicas que, en ese tiempo, los plebeyos no tenían acceso al mercado de la ciudad hasta las nueve de la mañana, después de que los lacayos de los nobles hubieran completado las compras del día para sus señores. Ese día, cuando dio esa hora, uno de los primeros en acceder a los puestos de pescado fue el hijo de un artesano quien compró y pagó la última trucha que le quedaba al vendedor.
Estaba el hombre dispuesto a llevársela a su casa cuando uno de los criados de un noble, que iba algo retrasado por lo visto, insistió en adquirir el mismo pescado aduciendo el derecho de prioridad de su señor. Sus pretensiones no encontraron eco en el joven ya dueño legal de la mercancía, iniciándose una fuerte querella a la que no tardaron en añadirse partidarios de ambos contendientes, con lo que se formó una trifulca monumental acabada con la muerte del criado a manos del pechero enajenado por el tumulto. Él y algunos de sus partidarios fueron a parar al calabozo en espera de la justicia señorial, requerida por el aristócrata a quien el lacayo servía.
Página de origen de la imagen: Turismozamora.es
Al día siguiente del altercado, los nobles se reunieron en la iglesia de San Román con el fin de dilucidar el castigo a imponer a los revoltosos y cortar de raíz su levantamiento. El pueblo indignado, liderado por el padre del joven homicida pidiendo calma a sus paisanos y justicia a los nobles, se fue arremolinando en los alrededores de la iglesia donde los ánimos se caldearon hasta tal punto que empezaron a oírse voces clamando por arrimar leña a sus paredes y prenderles fuego. El incendio calcinó el edificio y a sus ocupantes y se extendió hasta la cárcel donde fue aprovechado por los presos para escapar.
Una vez recuperada la calma, el temor a las represalias de los nobles vecinos hizo que los habitantes en masa se dispusieran a huir al vecino Portugal. Sin embargo, antes de cruzar la frontera enviaron emisarios a la corte de León para pedir clemencia al rey, decididos, si éste no accedía a concedérsela, a seguir viaje y colonizar las tierras portuguesas.
Fotografías: © Gerardo Romero.
El rey desoyó las demandas vengativas de los nobles ante el temor, quizá, de que por un lado Zamora quedara despoblada y por otro pudieran esos súbditos convertirse en enemigos si el proceso de independencia de Portugal no llegara a buen puerto. Concedió el perdón a los fugitivos, con la condición de que reconstruyeran la iglesia y cumplieran la penitencia que el Papa les impusiera. La nueva iglesia fue consagrada a la Virgen y por ello se la conoce aun hoy en día con el nombre de Santa María la Nueva.
Y no solo eso testimonia la importancia de esos hechos; hay una calle que lleva por nombre Balborraz, que significa “cabeza cortada”, en árabe, y en el lugar desde donde se dice fueron acarreados los troncos y ramas para formar la pira, se halla la plaza de La Leña, situada muy cerca de la que fue una de las puertas de la ciudad, conocida hoy como el arco de Doña Urraca.
Puede que el suceso no se desarrollara exactamente como se cuenta, puede, incluso, que no tuviera nada que ver con la famosa trucha, pero no se puede negar que algo pasó cuya importancia resultó fundamental en la historia de la ciudad, inmersa, como otras tantas, en conflictos derivados de las revueltas protagonizadas por los conocidos como pecheros, los plebeyos, que se rebelaban en contra de los privilegios de los hidalgos.
Marisa Ferrer P.
2 – 04-07-2016
1 – 06-04-2015