Paseo por Cerdeña – Belleza natural y restos de antiguas culturas
[Viajes]
Costas escarpadas, playas paradisiacas, culturas prehistóricas, fortalezas inexpugnables… Eso y mucho más ofrece esta isla luminosa que durante siglos se ha mantenido al margen de los principales eventos históricos. Fenicios, cartagineses y romanos dejaron aquí su huella, al igual que pisanos, árabes y españoles; todos ellos han contribuido a dar forma al patrimonio y a la vida y costumbres de los sardos. El recorrido comienza en la capital Cagliari, la antigua Kalaris fenicia, una ciudad asomada al golfo de Cerdeña. Desde los soportales de la Via Roma las calles serpentean hacia el Castello, encaramado en una colina, al que se accede por la imponente torre del Elefante. Entre estrechos callejones surge el Duomo, la catedral de Santa María, un templo con trazos pisanos e influencias gótico-catalanas. Muy cerca, el bastión de San Remy nos ofrece una magnífica vista del puerto y de la Marina, el barrio más bullicioso, donde se encuentra la mayor parte de los restaurantes y trattorias.
Camino hacia el norte el viajero se encuentra con las piedras negras de Su Nuraxi, el yacimiento arqueológico más importante. La cultura nuraghi es patrimonio de Cerdeña, una civilización guerrera y rural que surgió sobre el 1800 a.C. y que vivía en nuragas –hay unos 7.000 por toda la isla–, una suerte de viviendas a la vez que construcciones defensivas en forma de torre cónica. Junto a Oristano, están las ruinas de Tharros, al borde del mar. Esta ciudad portuaria del oeste sardo llegó a ser un importante centro comercial fenicio, que también adquirió un gran auge con cartagineses y romanos. Al lado, en San Giovanni di Sinis, los amantes del arte y la arquitectura religiosa tienen una cita con la iglesia más antigua de la isla, una joya paleocristiana del siglo V.
La ancestral Barbagia
Al atravesar el centro de Cerdeña nos topamos con la Barbagia, un territorio agreste y montañoso que ni siquiera los romanos pudieron doblegar. El viajero alcanza Nuoro, conocida como la ciudad literaria, debido a la escritora Grazia Deledda –premio Nobel de Literatura– que en sus novelas retrató el espíritu de esta región misteriosa y hermética. Al este aguarda la glamourosa Costa Smeralda, que no ha dejado de crecer desde que, en los años sesenta, el millonario Aga Khan y sus amigos se percataran de la belleza de este litoral y del color de sus aguas.
De regreso al oeste hay que recorrer la ruta de las iglesias románicas de Logudoru, cuyo máximo exponente es la Santissima Trinità de Saccargia, del siglo XI, un ejemplo del románico sardo eclesial. Desde aquí es imprescindible hacer una visita a Castelsardo, cuyo castillo, encaramado en un promontorio que domina la costa norte, es todo un emblema de Cerdeña. Alghero es el final del camino, un bello bastión amurallado que durante cuatro siglos perteneció a la corona de Aragón. Así lo atestiguan las calles de su casco viejo, que aún conservan sus placas en catalán. Un paseo vespertino por las torres defensivas y el antiguo barrio fortificado frente al mar, con el cabo de Caccia al fondo, es una de las experiencias más sugerentes de nuestro paseo por esta isla milenaria.
Dionisio Pérez Sanz
Revista muf@ce nº 211
www.muface.es/revista/
Páginas de origen de las imágenes:
viajarconhijos.es
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