Virgilio Ortega – ¿De dónde nos vienen las «palabrotas»?

 

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La Casa del Libro, Barcelona (España)
Presentación del libro Palabrotalogía, de Virgilio Ortega
5 de marzo de 2015

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Fotografías: ©2015 L. Sedó

El autor, director editorial durante más de cuarenta años en editoriales como Salvat, Orbis, Plaza & Janés y Planeta DeAgostini, apasionados por las culturas antiguas como la egipcia y la griega, políglota y muy interesado por las etimologías, nos presenta el origen de mil palabras soeces en «Palabrotalogía», publicada por editorial Crítica.

Ortega nos cuenta que en la antigua Pompeya se encontraron más de diez mil grafitos. Los hay de políticos, gladiatorios y amatorios. Entre estos últimos, algunos son muy poco románticos: «Aquí me tiré a la tira de tías», dice uno. «Nada más llegar aquí, jodí y me volví a casa», afirma otro. El autor nos dice que cuando menciona en su libro los nombres de varias prostitutas o del «rufián» del lupanar, no se los inventa sino que los toma de esas inscripciones.

¿Quién inventó las «palabras malsonantes»? ¿Cuántos siglos o milenios tienen? ¿De qué lenguas nos llegan? ¿Es correcto usarlas? ¿Cuáles fueron las primeras palabrotas que buscamos en el diccionario cuando eramos niños?

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Fotografías: ©2015 L. Sedó

El año pasado, Virgilio Ortega publicó un interesante libro sobre el origen de nuestras bellas palabras: Palabralogía, que en sólo diez meses ha alcanzado ya cuatro ediciones, y además ha sido publicado recientemente en toda Hispanoamérica. Ahora nos ha sorprendido con uno más atractivo aún, sobre el origen de nuestras «palabrotas»: Palabrotalogía.

Para husmear en los orígenes de nuestros «tacos», Virgilio viaja en el tiempo hasta la ciudad romana de Pompeya en el año 79… muy poco antes de que explote el volcán Vesubio y la entierre durante siglos. Y se pasa un día entero en ella, acompañado de su cicerone particular Trimalción: se baña en sus termas (en las que observa sus obscenas pinturas), recorre sus calles (donde lee algunos de sus más de 10.000 graffitis, muchos de ellos con los más guarros textos), visitan una casa de comidas preparadas (en cuyo piso superior una pupila lingüista le descubre los secretos de la lengua), cena en una casa particular (con una pandilla de pompeyanos de moral más que dudosa) y, finalmente, visita el lupanar (haciendo de ‘voyeur’ de las diez especialidades de sus trabajadoras del sexo). Todo ello para explicarnos la etimología de unas mil palabras y, sobre todo, unas mil palabrotas del idioma español.

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Fotografías: ©2015 L. Sedó

Virgilio presume de ser un «aprovechado»: no habla él –dice–, deja que hablen los demás. Y él se aprovecha copiando para nosotros lo que dicen. ¿Quiénes hablan? Sobre todo los grafiteros de la época: cuando estalló el volcán, ¡no se iban a parar a borrar de las paredes las obscenidades que habían escrito! Hoy sólo hay que leerlas, y eso es lo que hace el autor para los lectores. Pero, además, el autor conoce muy bien a los clásicos: y nos traduce textos de El arte de amar y los Amores de Ovidio, de esa novela picaresca inaugural que es el Satiricón de Petronio, de esos cantos al pene que son los Priapeos, algunas de las Poesías de aquel ‘cachondo’ que se llamaba Catulo, varias de las Sátiras de Juvenal y de los Epigramas del hispano Marcial. Todo ello aderezado con la pimienta de nuestra rica literatura erótica, desde La Celestina y La Lozana andaluza hasta los inmortales versos de Quevedo o las insinuantes coplillas de nuestro folklore popular.

¿Resultado? Un cóctel chispeante. Una mezcla, a partes iguales, de tres ingredientes:

a) muchas obscenidades (¡no olvidemos que es un libro sobre palabrotas!);

b) mucha cultura (es, sobre todo, un estudio lingüístico sobre las etimologías de esas palabras); y

c) mucho humor (¿cómo se podría estudiar un tema supuestamente «obsceno» sin una enorme dosis de humor?).

¿Y, al final, qué es: un ensayo o una novela? Si Lorca decía de Salinas que éste escribía «prosías» (a medio camino entre la prosa y la poesía), digamos que Virgilio Ortega ha escrito un «ensayo novelado».

 

Sólo decir que la presentación ha empezado con la palabra «ano», de «anus», «annus», «anulus»….

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Del Equipo Torrese
Barcelona, 05-03-2015